Autor: Manuel

Sergio Abrevaya. Abogado y ex legislador CABA. Presidente del GEN nacional

Fuente Clarin

El dólar oficial subvaluado con cepo, característico de los gobiernos populistas o pseudo liberales, ha sido uno de los males de los últimos años en Argentina. Las exportaciones estancadas en promedio desde el 2008 se vieron afectadas en el sector primario y, aún con mayor fuerza, en el sector industrial Pyme o de servicios personales que son, en definitiva, los que aportan valor agregado. Esto impidió su desarrollo y fue reduciendo su participación en las exportaciones.

Ese modelo aparejó tres males en paralelo:

El primero lo sufrimos localmente, repetido a lo largo de los años. Al subvaluar el dólar y no actualizarlo con la inflación, se instala la distorsión de valores económicos, que en el tiempo, dependiendo de cuánto tiempo el gobierno puede financiar la distorsión con deuda o déficit, cuando esto acaba explota y la actualización se convierte en una devaluación que agrega índice al proceso inflacionario.

Lo hemos visto en el Rodrigazo, con la Tablita de Martínez de Hoz, el 1 a 1, la etapa K, los últimos dos años de Macri, y todo el período de Alberto Fernández. Sin embargo, no se aprende y tanto en la política como profesionales de la economía cuando llegan al Gobierno, olvidan estas consecuencias y repiten la no actualización por inflación.

Otro mal es el contrabando en la exportación, con subfacturación. En algunos sectores se exporta el doble de lo que se declara y se mantiene afuera lo no facturado. Esto ha sido lo más usual en productos primarios de la economía como el agro o los cueros. Todo ello amparado en una gran red de corrupción, a través de las fronteras argentinas, puertos ilegales o en los oficiales, en los que la propia aduana no “ve” la totalidad del embarque. En cualquier caso, esto ha hecho que crezcan nuestros vecinos en agro y ganadería, como Paraguay y Uruguay, al constituirse como caminos seguros en distintas épocas de este truco.

Lo mismo ocurre con quienes venden sus servicios personales al exterior. Si cobran más de 12.000 dólares por año no pueden liquidar sus dólares en el mercado local. Sea en servicios de informática o docentes contratados en el exterior, dejan depositados en cuentas externas más de la mitad de lo que ganan.

¿Por qué? Nadie quiere vender sus productos a la mitad del valor o un tercio del valor de lo que realmente vale o se paga. La consecuencia es obvia: la divisa es depositada afuera y para sostener semejante operación se afronta un enorme costo de logística ilegal, a la espera de una valor real de la moneda. Finalmente, el tercer mal afecta a las PYMEs exportadoras, porque estas no pueden competir. Les resulta mucho más difícil por su volumen acceder al costoso “rulo” financiero y de la corrupción para exportar y terminan perdiendo compradores.

Las consecuencia de estas medidas es que el resto de los países en los que encontramos nichos, donde alguna vez pudimos llegar con nuestros productos con valor agregado, han aprendido que sus proveedores argentinos tienen problemas para sostener los precios y las entregas por las decisiones de los gobiernos. Prefieren no comprarnos por esa inseguridad, sumando a esto la dificultad de los gobiernos de cumplir por deudas contraídas o falsear datos para pagar menos. Nuestro lugar lo ocupa otro.

Este Gobierno nuevamente incurre en el mismo error de subvaluación por temor a los efectos inflacionarios, a la devaluación, que sin duda, cuanto más se lo retrase más obligado queda a imprimir billetes financiando el déficit y las distorsiones. Al no acompañar la divisa con la inflación la devaluación ocurrirá de todos modos en algún momento, mientras se mantienen las condiciones difíciles para exportar.

Para que Argentina se desarrolle necesita que las PYMEs y los servicios personales, que aportan valor agregado, mayor empleo y mejores salarios, crezcan en su participación en el total del comercio exterior. Esto es posible con décadas de moneda estable y competitiva, que no se rezague respecto a la inflación y con la eliminación del cepo y la desburocratización de las exportaciones, como lo hizo el resto de Latinoamérica.